Estoy
harto de no encontrar trabajo, de tanta falacia en los medios, de ver como este
país se desangra a base de transfusiones en sentido contrario y de ceder ante
retrocesos en pilares tan básicos para un pueblo como son la sanidad y la educación.
No sé en qué consiste este experimento socioeconómico – o lo que sea - llamado
crisis, ni las medidas que han tomado los dos últimos gobiernos, pero hace
tiempo que sus consecuencias han pasado
de castaño oscuro.
Un
gobernante debe atender al bien de las personas en general antes que al suyo
propio o de quienes le apoyan. Todo lo demás es tiranía, sin importar el
contexto en que suceda. Esta problemática ha preocupado siempre a las personas
desde que se establecieron módulos de organización complejos. En el siglo XVI,
dentro de la Escuela de Salamanca,
hubo un jesuita toledano que puso patas arriba la teoría política hasta el
punto de influir con sus ideas en el ajusticiamiento de dos monarcas franceses
(Enrique III y Enrique IV). Según Juan de Mariana, un gobernante debe tener la virtud de la prudencia - en su
sentido aristotélico – y, sobre todo, ha de evitar que los impuestos asfixien a
las clases productoras de un país. De no ser así, está totalmente justificada
la revolución e incluso la ejecución del rey (léase presidente del gobierno en nuestro
caso). No es mi intención que nadie sea eliminado ni presentar anacronismos en
este supuestamente cívico siglo XXI que tan bien empezó. Tampoco se trata de
poner patas arriba un país en malos momentos, pero algo es necesario para que
los restos de Juan de Mariana no se retuerzan en su tumba y nosotros dejemos de
padecer unas injustas e improductivas medidas que afectan a la gran mayoría de
navegantes de este barco que zozobra.
Tras ver como son ignoradas las voces de casi todos los colectivos en la
calle se hace más que necesaria una iniciativa no de izquierdas ni de derechas,
ni de arriba o de abajo, un movimiento horizontal y humanista que
acoja a cualquier alma decepcionada por ver como se deteriora la tierra que le
vio nacer o como sufre cualquier persona cercana. Me pregunto qué pasaría si se
entregasen en el Congreso 10.830.694 firmas,
una más que el número de votos obtenido por el actual gobierno en las pasadas
elecciones generales para demostrar quién tiene la verdadera mayoría absoluta.
¿Se cumpliría aquello de “rectificar es de sabios”?
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