miércoles, 7 de agosto de 2013

El ruido del yunque.


Hay varias formas de percibir la historia: una línea recta, un círculo… personalmente tengo una concepción helicoidal. Ésta sería una hélice imperfecta forjada en el yunque del tiempo por distintas manos golpeando el mismo martillo. Es cierto que son manos diferentes, pero de vez en cuando utilizan una forma de golpear ya usada por otras manos semejantes mientras el tiempo sigue hilvanándonos en ese huracán con complejo de ADN.

Llevo unos meses viviendo en Madrid y observo un ambiente similar a la crisis del siglo XIX que desencadenó la Gloriosa revolución de 1868. Entonces España se hartó de una reina que pensaba más en satisfacer a su estómago y entrepierna que al pueblo -no hace falta explicar el paralelismo con la monarquía que tenemos ahora. Con mis respetos hacia su memoria, los políticos de entonces pecaban de ineptitud e ignorancia, lo que hizo que España caminase unos pasos por detrás del resto de Europa. Comparen con los que tenemos… Pero no quiero hablar de las sucias manos que golpean aquí y ahora. Manos que de haber vivido en circunstancias parecidas a alguna gran civilización ya habrían sido alejadas del yunque. Hablaré de nosotros, quienes oímos los golpes que maltratan a nuestros tímpanos.


Por aquel entonces habitaban nuestras tierras personas con poco apego hacia la cultura, amantes del chinchorreo y gran capacidad satírica. Eran los canis, chonis y gafapastas de entonces. Ahora los chotis son el reggaetón y los mentideros han encontrado su hueco en twitter. En definitiva, eran seres que aguantaban desde generaciones el estruendo del martillo y sólo aspiraban a taparse los oídos hasta que la situación se hizo insostenible. ¿Por cuánto tiempo nos los taparemos nosotros?