Hay varias formas de
percibir la historia: una línea recta, un círculo… personalmente tengo una
concepción helicoidal. Ésta sería una hélice imperfecta forjada en el yunque
del tiempo por distintas manos golpeando el mismo martillo. Es cierto que son manos
diferentes, pero de vez en cuando utilizan una forma de golpear ya usada por
otras manos semejantes mientras el tiempo sigue hilvanándonos en ese huracán
con complejo de ADN.
Llevo unos meses viviendo
en Madrid y observo un ambiente similar a la crisis del siglo XIX que
desencadenó la Gloriosa revolución de 1868. Entonces España se hartó de una
reina que pensaba más en satisfacer a su estómago y entrepierna que al pueblo
-no hace falta explicar el paralelismo con la monarquía que tenemos ahora. Con
mis respetos hacia su memoria, los políticos de entonces pecaban de ineptitud e
ignorancia, lo que hizo que España caminase unos pasos por detrás del resto de
Europa. Comparen con los que tenemos… Pero no quiero hablar de las sucias manos
que golpean aquí y ahora. Manos que de haber vivido en circunstancias parecidas
a alguna gran civilización ya habrían sido alejadas del yunque. Hablaré de
nosotros, quienes oímos los golpes que maltratan a nuestros tímpanos.
Por aquel entonces
habitaban nuestras tierras personas con poco apego hacia la cultura, amantes
del chinchorreo y gran capacidad satírica. Eran los canis, chonis y gafapastas de entonces. Ahora los chotis son el
reggaetón y los mentideros han encontrado su hueco en twitter. En definitiva, eran
seres que aguantaban desde generaciones el estruendo del martillo y sólo
aspiraban a taparse los oídos hasta que la situación se hizo insostenible. ¿Por
cuánto tiempo nos los taparemos nosotros?