Es muy difícil ir a ver una película de Pedro Almodóvar sin una idea preconcebida, ya sea por tratarse de
una de las personas más influyentes de este famélico país o por las críticas
“profesionales” (en alguna llegué a leer que hacían una orgía dentro del avión
y no es así). Afortunadamente todo se olvida cuando empiezan los primeros
acordes de su siempre acertada música - una versión cumbia de Para Elisa en este caso- junto con los
coloridos títulos.
Nada más empezar vemos una cómica situación entre Penélope Cruz y el gato con botas
Antonio Banderas acompañados de un
tuitero para desencadenar el primer momento cómico. En la película se lanzan
varias puyas y la primera va dirigida a quienes tuitean hasta cuando van a
mear. Por culpa de – o gracias a – estos personajes cambiará la vida de la
tripulación y viajeros del Chavela Blanca.
Una de las primeras imágenes que vemos en el interior del
avión es la ya de por sí cómica explicación sobre cómo actuar en caso de
emergencia con los chalecos salvavidas, si quienes hacen la demostración son Carlos Areces y Raúl Arévalo el
resultado es tronchante. Un genial Javier Cámara incapaz de mentir cierra
el mítico trío de azafatos -o azafatas, según bromean en algún momento- que
lleva las riendas de la comedia mientras siguen las órdenes del maestro Antonio de la Torre y Hugo Silva, quienes mantienen uno de los
diálogos más almodovarianos de la cinta. Los fallidos turistas de primera son Cecilia Roth como una mujer con mucho
poder en apariencia, José María Yazpik
un sicario, Lola Dueñas da lugar a
momentos muy divertidos con su papel de vidente virgen, Miguel Ángel Silvestre y Laya Martí son una pareja de recién
casados, José Luis Torrijos es una
de esas sanguijuelas de las que tanto se habla. Desde tierra Blanca Suárez y Paz Vega forman un
triángulo amoroso con el pasajero Guillermo
Toledo. Además hay personajes telefónicos que conectan a algunos pasajeros
o nos permiten saber más de ellos.
La película puede definirse como una muestra de la
actualidad filtrada en el caleidoscopio del cineasta manchego, donde a
elementos comunes en su cine como las drogas, el sexo y la parodia a programas
del corazón se unen alegorías a los reallities en un avión que sobrevuela
Toledo - de Castilla la Mancha - mientras da vueltas sobre un cielo pop hasta
que, con un lenguaje cinematográfico que roza lo poético, aterrizan para volver
a la desolada realidad en Ciudad Real.
Por poco que te guste el cine de Almodóvar la cinta divierte.
Los amantes pasajeros no es
comparable a sus comedias anteriores porque nada es lo mismo. Sus primeras
películas son de una época transgresora con ansias de libertad y ahora estamos
en un momento muy diferente en el que se agradece esta evasión de 90 minutos
con buenas interpretaciones, ricos planos y momentos surrealistas.